domingo, 19 de mayo de 2013

El poder de un accesorio..

Al final de la novela Anna Karenina, la desventurada heroína se arroja a la vía del tren Y tenemos la certeza de que piensa acabar con todo en cuanto tira su bolso de terciopelo rojo a la vía. Una mujer que está cansada de su bolso, con toda seguridad está cansada de vivir ¿Qué nos podría obligar, aparte de un atraco, a soltar de la mano nuestro mejor bolso?

Lleno de recuerdos, repleto a rebosar, marcado por el uso, con el recuerdo de lo que ahorramos para comprarlo, un buen bolso se convierte en una extensión íntima del cuerpo. Una panza donde ocultar cosas. Una casita para la vida móvil. Un tocador portátil lleno de pintalabios y horquillas para el pelo Un hogar para viejas cartas y un archivo para futuras generaciones.
La diferencia entre el respetable exterior y el interior, tremendamente íntimo, es lo que da al bolso esa carga erótica y transgresora. Quizá sea el último lugar secreto de una mujer.
Un bolso te puede convertir en diplomática, en diva y en superviviente. Un bolso puede transformar una plebeya en princesa. Un bolso elegante encierra infinitas promesas.
Necesitamos un bolso enorme para la oficina y un bolso más pequeño por si tenemos que hacer algún recado, una bolsa para el fin de semana, un bolsito divertido para llevar el móvil y un capacho para la primavera. Cuando Coco Chanel describió el lujo como “la necesidad que empieza donde acaba la necesidad”, describió perfectamente la pasión irracional por el bolso.

El bolso ideal,  igual que un bonito par de zapatos, nunca ha sido en realidad una cuestión de necesidad, nada tiene que ver con ella. Pertenece al mundo de los sueños, del deseo y de la liberación de lo cotidiano. Es esa casa en el campo que no nos podemos permitir encarnada en un bolso de paja italiana, es un primer beso en terciopelo rojo, un destello de pedrería como el de una estrella de cine o un capricho en reluciente charol de París. Objeto portátil de moda imperturbable ante los labios del cuerpo o los estragos de la edad, el bolso es infinitamente optimista. Lo llevamos y él nos transporta a las vidas que nos gustaría vivir.

Fragmento de la Introducción del Libro: Bolsos “El poder de un accesorio” de Anna Johnson

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